Abril.
Suena bonito. Abril... Musical. En el hemisferio norte remite
a la primavera, la parte del año que más me gusta desde que conocí
a los nórdicos. Se me antoja poética no porque relacione la
estación con el amor -realmente no sé de dónde salió esa
acepción, que parece tan concensuada-, si no porque los vikingos
hablan de ella como el renacimiento después de la muerte que es el
invierno. Abril y primavera: ambas, poéticas. Acá sería en
septiembre u octubre, pongamos, pero ninguna palabra suena bonita o
más bien no se me antojan bonitas para pronunciar. Abril.
Es
Abril y yo estoy en La Plata, y no entiendo nada.
Una acumulación atroz de
cansancio; la gente del laburo que piensa que estoy en mi
departamento en el Abasto, enfermo; los preparativos urgentes para
estar acá; no pude lavar
ropa, cocinar ni limpiar; si me mandan médico laboral estoy hasta
las manos; tengo que cursar tantas
horas, volver a Capital,
comer y dormir cinco horas y volver a La Plata; hace como dos meses
que no duermo más de seis horas por día; tengo que sacar las
fotocopias de las ocho materias del Joaquín; no
puedo seguir haciéndome el boludo con lo del banco
y durante toda esta
semana no voy a tener tiempo ni espacio; de
acá al viernes deiciséis
horas afuera de mi casa y no puedo gastar mucha plata.
Ocho
y tanto
de la mañana. Tecnología de
la Información Uno, o algo así. Los componentes de una computadora
de escritorio, pero mira vos qué interesante. ¿En
serio vas a hablar de eso hasta el mediodía? Espectacular.
Uno llega con ciertas expectativas a una carrera nueva y se topa con
-atención- para qué sirve un mousse. Estamos en el siglo XXI pero
es necesario repasar qué necesita una computadora para funcionar,
pero a no confundirse con una notebook, ojo, que tiene todo integrado
(¿será pregunta de parcial?). Si uno quiere le puede conectar un
mousse, pero no es obligatorio.
¿Cuatro horas de esta tortura? Mejor me voy a pensar en la palabra
abril.
— Hoy
salimos a las siete y veinte.
— ¿Me
estás hablando en serio? Me habían dicho que era hasta las seis
esto.
— Y
mañana salimos ocho y veinte.
Cada
vez mejor se pone la cosa y
yo sigo sin entender nada. Fuentes de la Información Uno. A los diez
minutos dejo de prestarle atención,
la
mina le pone onda pero la materia es una cagada absoluta.
Pasan
las horas, las materias. Quizás días, quién sabe. Tanto sueño y
tantas cosas en la cabeza. Una semana de vacaciones, por favor. Una
semana en letargo o hibernación. Quiero
participar de la clase pero no sé si lo que escuché recién en
realidad no fue algo que dije en la clase de filosofía
en el profesorado, el
viernes. Mejor me callo la boca porque voy a quedar como boludo o
peor, como un drogado. En
una de esas con falopa estas
clases se hacen más llevaderas. Qué embole de materia y de carrera.
Abril (pero
qué linda espalda, qué simetría).
Martes.
Estoy en La Plata y mi cerebro se acerca al colapso. Qué extraño es
este instituto. ¿Seré yo? Acá hay algo raro.
Este lugar es como una dimensión paralela con sus propias leyes
incoherentes y absurdas,
una
parodia barata de un cuento de Phillip Dick: la realidad es ilusoria
o al menos confusa. Me
pregunto si tantas semanas de insomnio no arruinaron, al fin, mi
cabeza. Tal vez todo lo que está sucediendo es completamente normal
y yo me estoy volviendo loco,
y cuando me
cuestiono qué tan bien adaptado socialmente estoy a mi entorno,
llega Rocca,
uno
de los personajes más interesantes que conocí en mi vida, tan
sublime como inverosímil. Con
veinte minutos de escucharla confirmo que la posta está entre las
siguientes hipótesis: a) estoy cursando bibliotecología en un
instituto administrado por una secta, y toda esta cursada delirante
es una prueba de fe; b) la gente que estudia o estudió
bibliotecología tiene la cabeza quemada. Me inclino por la segunda.
Observo al alumnado: aplastante mayoría de docentes que quieren
escapar del aula y acomodarse
en una biblioteca para no dar más clases y no tener nunca más
reuniones de padres, porque
tienen la cabeza quemada,
tan
quemada que ya pasa a ser gente desequilibrada
y no
es sano pasar tantas horas con gente así. Rocca
da Descripción Documental. Su clase consiste en exponer códigos y
siglas incomprensibles, videos en youtube de cuadros hechos
en Power Point que para qué
te los voy a explicar si es mejor que los lea en voz alta,
interpelación a unas "voces" que supongo sólo ella
escucha y denuncias a unos sujetos indefinidos
y tácitos que aparentemente
quieren
joderle
la vida.
— Esta
señora no está bien.
No,
claro que no. Oscila entre una pasión incomprensible por las
clasificaciones y la paranoia. Y cuando la cosa se pone informal,
paréntesis de un facismo
incipiente aunque no tímido.
Vieja psicótica y chupacirios.
Imposible que siga prestando atención,
esto
es insano. Hace dos días que estoy acá y tengo la sensación de que
pasaron meses. Ya fue, el marote no me
da para
más (no
te despereces así que me infarto).
Hasta donde puedo escuhar, Rocca expone una confusa e incoherente
disertación sobre micrófonos escondidos
y algo sobre Radio Provincia,
un marido enfermo que sospecho es imaginario, su madre muerta que
también era bibliotecaria, las feroces internas por los cargos
públicos en la provincia de Buenos Aires, el desafío de formar
discípulos -sí, discípulos-
que no sean estafados por los políticos de turno, el drama del
matrimonio entre mujeres y alguien dice cosas que
inventaron los zurdos, el
peligro de que te afanen datos personales a través de internet sí
chicas hay gente que no tiene otra cosa que hacer que robar
contraseñas, otra vez mamá
muerta, la colección de libros que perdió durante la última
inundación que hubo en la ciudad y algo acerca de Gimnasia y Esgrima
de La Plata. Lo más extraño de todo es que salvo cinco personas, el
resto del curso no parece haber notado todavía que la vieja está
del culo y hasta pretenden participar de la clase.
El punto alto de Descripción Documental:
— ¡Vos
tenés que prestar atención, no me gusta que me completen las
frases, porque después te la pasás criticando todo el día, como
hiciste ayer y como hiciste hoy!— Así reaccionó a la pregunta que una pobre incauta le hizo y todos
nos despertamos. El paso lógico siguiente era mirar a la alumna con
rabia mientras leía en voz alta, casi a los gritos, un listado
interminable de apellidos holandeses. Increíble. Al menos un ñato
de la fila de adelante reaccionó mirando a los costados, buscando
cómplices: bien, flaco, te cayó la ficha: sí, la vieja está re
loca.
Abril.
No entiendo nada y da lo mismo si es miércoles o viernes,
demasiadas
horas acá adentro y
pocas horas de sueño, y
se mezcla todo: aquel
miércoles de abril cuando me escapé de Quilmes, el
laburo que estoy dejando de un día para el otro a
pesar de
la promesa de no tomar más
riesgos, esta
espalda y este
pelo, el año que llevo de soltero,
el todavía
extraño a mis gatos, aquel
fantasma; y estoy encerrado
con un montón de
gente desequilibrada. Tal
vez el aniversario de mi escape de Quilmes me refriega la palabra
abril con insistencia.
Exactamente un año, qué ajetreo. Quién te ha visto y quién te ve.
Hola! Quiero invitarte a pasar por mi blog.
ResponderEliminarBesos!
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